martes, 24 de febrero de 2015

SALMO 50:18 DIOS, JUEZ DEL JUSTO Y DEL IMPIO

http://unencuentroconlapalabra1.jimdo.com/ facebook un encuentro con la palabra http://www.amigosporisrael.org/ Salmos 50:18 La Biblia de las Américas (LBLA) Dios, juez del justo y del impío Salmo de Asaf[a]. 50 El poderoso Dios[b], el SEÑOR, ha hablado, y convocado a la tierra, desde el nacimiento del sol hasta su ocaso. 2 Desde Sion, perfección de hermosura, Dios ha resplandecido. 3 Que venga nuestro Dios y no calle; el fuego consume delante de El, y a su derredor hay gran tempestad. 4 El convoca a los cielos desde lo alto, y a la tierra, para juzgar a su pueblo, 5 y dice: Juntadme a mis santos, los que han hecho conmigo pacto con sacrificio. 6 Y los cielos declaran su[c] justicia, porque Dios mismo es el juez. (Selah[d]) 7 Oye, pueblo mío, y hablaré; Israel, yo testificaré contra ti. Yo soy Dios, tu Dios. 8 No te reprendo por tus sacrificios, ni[e] por tus holocaustos, que están continuamente delante de mí. 9 No tomaré novillo de tu casa, ni machos cabríos de tus apriscos. 10 Porque mío es todo animal del bosque, y el ganado sobre mil colinas[f]. 11 Toda ave de los montes conozco, y mío es[g] todo lo que en el campo se mueve. 12 Si yo tuviera hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo y todo lo que en él hay[h]. 13 ¿Acaso he de comer carne de toros[i], o beber sangre de machos cabríos? 14 Ofrece a Dios sacrificio de acción de gracias, y cumple tus votos al Altísimo; 15 e invócame en el día de la angustia; yo te libraré[j], y tú me honrarás. 16 Pero al impío Dios le dice: ¿Qué derecho tienes tú de hablar de mis estatutos, y de tomar mi pacto en tus labios[k]? 17 Pues tú aborreces la disciplina, y a tus espaldas echas mis palabras. 18 Cuando ves a un ladrón, te complaces con él[l], y con adúlteros te asocias[m]. 19 Das rienda suelta a[n] tu boca para el mal, y tu lengua trama engaño. 20 Te sientas y hablas contra tu hermano; al hijo de tu propia madre calumnias. 21 Estas cosas has hecho, y yo he guardado silencio; pensaste que yo era tal como tú; pero te reprenderé, y delante de tus ojos expondré tus delitos. 22 Entended ahora esto, los que os olvidáis de Dios, no sea que os despedace, y no haya quien os libre. 23 El que ofrece sacrificio de acción de gracias me honra; y al que ordena[o] bien su camino, le mostraré la salvación de Dios. Un Encuentro Con la Palabra REFLEXION Jovenes Cristianos – PREMIOS Pasaje clave: Levítico 26:1 al 13. El último versículo de las bendiciones (vs.13) confirma tu libertad EN Cristo: 1º. Fuiste sacado del gobierno de Satanás. “…de Egipto…” ¿Te acuerdas que Egipto es símbolo del mundo? Y en el mundo Satanás ejerce dominio y autoridad porque él es su príncipe. Pero tú, como parte de la iglesia de Jesús, aunque vives en este mundo NO PERTENECES a él, ni estás bajo la autoridad del maligno. Perteneces a los salvos de Jesús y estás bajo la autoridad de Dios. 2º. Ya no eres un esclavo del pecado. “…para que no sean siervos…” No más sirvientes del pecado. No más esclavos del pasado. Ahora eres siervo de Jesucristo. Le perteneces a Él. Estás a su entera disposición para vivir de acuerdo a su voluntad. 3º. Eres libre en Jesús para escoger lo bueno y rechazar lo malo. “…rompí las coyundas de su yugo…” No estás obligado a pecar. No estás obligado a hacer lo malo. No estás obligado a volver a vivir como vivías antes de conocer a Jesús. Eres libre. Tú escoges y eliges. Hazlo con sabiduría. 4º. EN Jesús eres ALGUIEN especial. “…los he hecho andar con el rostro erguido…” Basta de sentirte lo último, lo peor, la más fea o el más tonto. Basta de desvalorizarte a ti mismo como si no le importaras a nadie y no sirvieras para nada. ¡Basta de creer las absurdas mentiras de Satanás! ¡Basta de tener lástima de ti mismo! ¡Eres alguien especial para Jesús! ¡Vales para Él! ¡Sirves! ¡Eres útil! ¡Eres importante para Dios! ¡Anímate a creerlo y a disfrutarlo! ¡Vale la pena! Extracto del libro: “Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes: Éxodo/Levítico” Por Edgardo Tosoni Un Encuentro Con la Palabra REFLEXION El tesoro Un campesino estaba haciendo un pozo en su campo. Cuando llevaba horas cavando encontró un cofre enterrado. Lo sacó de allí y al abrirlo vio lo que nunca había visto en su vida: un fabuloso tesoro, pues contenía diamantes, monedas de oro, joyas bellísimas, collares de perlas, esmeraldas, zafiros y un sin fin de objetos preciosos que harían las delicias de cualquier rey. Pasado el primer momento de sorpresa, el campesino se quedó mirando el cofre. Viendo las riquezas que contenía pensó que era un regalo que Dios le había hecho; pero aquello no podía ser para él solo, era demasiado. Él era un simple campesino que vivía feliz trabajando la tierra. Seguramente, había habido alguna equivocación. Muy decidido, cargó el cofre en una carretilla. Tomó el camino que conducía a la casa donde vivía Dios para devolvérselo. Al rato de ir por allí, encontró a una mujer llorando al borde del camino. Sus hijos no tenían nada para comer y los iban a echar de la casa donde vivían por no poder pagar el alquiler. El campesino se compadeció de aquella mujer y, pensando que a Dios no le importaría, abrió el cofre y le dio un puñado de diamantes y monedas de oro. Lo suficiente para solucionar el problema. Más adelante vio un carromato parado en el camino. El caballo que tiraba de él había muerto. El dueño estaba desesperado. Se ganaba la vida transportando cosas de un lugar a otro. Ahora ya no podría hacerlo. No tenía dinero para comprar otro caballo. El campesino abrió el cofre y le dio lo necesario para un nuevo caballo. Al anochecer, llegó a una aldea donde un incendio había arrasado todas las cosas. Los aldeanos dormían en la calle. El campesino pasó la noche con ellos y a la mañana siguiente, les dejó lo suficiente para que reconstruyeran toda la aldea e nuevo. Y así iba recorriendo el camino aquel campesino. Siempre se cruzaba con alguien que tenía algún problema. Fueron tantos que, cuando ya le faltaba poco para llegar a la casa de Dios, sólo le quedaba un diamante. Era lo único que le había quedado para devolverle a Dios. Aunque poco le duró, porque cayó enfermo de unas fiebres y una familia le recogió para cuidarle. En agradecimiento, les dio el diamante que le quedaba. Cuando llegó a la casa de Dios, éste salió a recibirle. Y, antes de que el campesino pudiera explicarle todo lo ocurrido, Dios le dijo: -Menos mal que has venido, amigo. Fui a tu casa para decirte una cosa, pero no te encontré. Mira, en tu campo hay enterrado un tesoro. Por favor, encuéntralo y repártelo entre todos los que lo necesiten. El campesino de la historia no dudó en compartir diligentemente el tesoro que estaba en sus manos. ¿Qué hubieras hecho tú? A lo mejor no tenemos ese tipo de riquezas materiales sin embargo poseemos riquezas espirituales que son eternas y que están en nuestras manos. La palabra dice: ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! Romanos 10: 14-15 Posiblemente no podremos cambiar la situación difícil que están pasando las personas con necesidad pero sí cambiaremos el rumbo de su destino en la eternidad y abriremos una puerta de bendición para que Dios mismo sea el que transforme sus vidas. El Señor nos llamó a ser de bien a los demás no dejemos de compartir el tesoro de la eternidad. Soraida Fuentes CVCLAVOZ

No hay comentarios:

Publicar un comentario