viernes, 8 de mayo de 2015

LEVITICO 17:11 LEY ACERCA DE LA SANGRE

http://unencuentroconlapalabra1.jimdo.com/ facebook un encuentro con la palabra http://www.amigosporisrael.org/ Levítico 17 :11 La Biblia de las Américas (LBLA) Ley acerca de la sangre 10 “Si cualquier hombre de la casa de Israel, o de los forasteros que residen entre ellos, come sangre, yo pondré mi rostro contra esa persona que coma sangre, y la cortaré de entre su pueblo. 11 “Porque la vida[f] de la carne está en la sangre, y yo os la he dado sobre el altar para hacer expiación por vuestras almas; porque es la sangre, por razón de la vida[g], la que hace expiación.”12 Por tanto dije a los hijos de Israel: “Ninguna persona entre vosotros comerá sangre; tampoco comerá sangre ningún forastero que reside entre vosotros.”13 Y cuando algún hombre de los hijos de Israel o de los forasteros que residen entre ellos, que al cazar capture un animal o un ave que sea permitido comer, derramará su sangre y la cubrirá con tierra. 14 Porque en cuanto a la vida[h] de toda carne, su sangre es su vida[i]. Por tanto, dije a los hijos de Israel: No comeréis la sangre de ninguna carne, porque la vida[j] de toda carne es su sangre; cualquiera que la coma será exterminado[k].15 Y cuando alguna persona, sea nativo o forastero, coma de un animal muerto, o que haya sido despedazado por fieras, lavará sus vestidos y se bañará en agua, y quedará inmundo hasta el atardecer; entonces será limpio. 16 Pero si nolos lava o no baña su cuerpo, llevará su culpa[l]. Un Encuentro Con la Palabra REFLEXION En El Testamento De Dios: El Beneficiario Eres TU “MENSAJE QUE TIENE PODER PARA…DAROS HERENCIA” (Hechos 20:32 CST) Linda Knox rondaba los ochenta cuando murió por malnutrición en su apartamento de Chicago. Parece ser que había perdido la vista y se le había debilitado la mente. Entre sus pertenencias encontraron el equivalente a unos $130.000 en cheques no cobrados, $141.000 en obras de arte, $300.000 en joyas y $39.000 en antigüedades. Tenía un patrimonio total de un valor de más de 614.000 dolares y aun así murió sola y pobre. Y lo que es peor, había redactado un testamento en el que dejaba todo a sus amigos y familiares, pero nunca lo formalizó legalmente y nunca se ejecutó, así que los beneficiarios no sabían que tenían derecho a la herencia. De esto sacamos una conclusión. Cuando Cristo murió y volvió al cielo, dejó un testamento. ¡Y tú eres uno de los beneficiarios! Dirás: ‘¿Pero de dónde saco una copia?’ ¡De su Palabra! Eres un “[heredero] de Dios y [coheredero] con Cristo” (Romanos 8:17). Una vez que haces tuya esa verdad, cambiará totalmente tu manera de leer la Biblia. En lugar de pasar horas y horas viendo la televisión o navegando por Internet, comenzarás a meditar “de día y de noche” en las Escrituras. La consecuencia será que “todo te saldrá bien” (Josué 1:8; Salmos 1:2-3). Ahora puedes entender por qué David dijo: “Me regocijaré en tus mandamientos, los cuales he amado… Mejor me es la ley de Tu boca que millares de oro y plata” (Salmos 119:47, 72). Pedro escribió: “Dios, por Su poder, nos ha concedido todo lo que necesitábamos para la vida… Nos ha dado Sus promesas, que son muy grandes y de mucho valor, para que por ellas [lleguéis] a tener parte en la naturaleza de Dios” (2 Pedro 1:3-4 DHH). ¿Qué más se podría pedir? Testamento de Dios Y Sus Beneficiarios En las últimas voluntades y el testamento de alguien ves lo que heredas. En el Antiguo Testamento, los beneficios eran muchos, pero las condiciones eran demasiado estrictas. Por eso, Dios nos dio un Nuevo Testamento. Sin embargo, en lugar de leyes que son prácticamente imposibles de cumplir, este “testamento” parte de la gracia, es decir, del favor que no mereces, que no puedes obtener por ti mismo y que no tienes qué ganarte a base de esfuerzos porque es gratuito. Y cuando descubras que tu nombre está escrito en su “testamento”, leer la Biblia te será una auténtica fuente de felicidad. Empezarás a preguntarte: ‘¿Qué tendrá Dios en Su voluntad para mí? ¿Cuál es la herencia a la que tengo derecho?’ Te darás cuenta de que tu salvación, por muy gloriosa que sea, no es más que el principio. De repente, la idea de estudiar las Escrituras, de mantenerte firme en ellas y declararlas en cada situación ya no es para ti una obligación, sino un deleite. Cuando ores según las Escrituras, será como ir al banco del cielo y decir: ‘Este cheque está a mi nombre, lo ha emitido y endosado Cristo y me gustaría cobrarlo’. Tienes dos alternativas: Vivir una vida cristiana pobre y morir sin haber accedido a tu cuenta bancaria por no haber descubierto la herencia y los beneficios que Dios tenía en Su voluntad, o bien orar así: ‘Padre, Cristo me menciona en Su testamento declarando que todas mis necesidades se saciarán, que mis pasos recibirán dirección, que seré sanado de mis enfermedades y que no tendré por qué temer a satanás porque “Tú me diste poder sobre él”‘ (Lucas 10:19). ¿Ahora entiendes por qué satanás no quiere que leas la Biblia? Un Encuentro Con la Palabra REFLEXION La victoria final La batalla había sido dura. El enemigo había usado toda su artillería. El joven soldado se miraba una y otra vez. Su uniforme no era más que un montón de harapos. Su cuerpo estaba todo magullado y lleno de heridas. Apenas podía mover las piernas. De los brazos sólo conservaba uno y sus ojos tampoco estaban bien. Lo peor de todo era que había luchado para nada. Sí, para nada porque el enemigo había ganado esta batalla. En ese momento, al soldado no le importaba que hubiese sido sólo una batalla y que, lo más seguro es que la guerra la ganarían los suyos. Para él, todo estaba perdido. Se sentía inútil. No volvería a presentarse ante su Capitán. ¿Cómo podría hacerlo si no respondió como debía a la confianza que habían puesto en él? Había perdido y eso es algo que un soldado no puede darse el lujo de hacer. Se abandonaría hasta morir en el campo, eso era mejor que presentarse como un derrotado. ¿Y quién sabe si a lo mejor, al llegar derrotado podrían castigarlo? Al fin y al cabo la misión de un soldado es ganar todas las batallas, no perderlas. Cuando más le daba vueltas a esos pensamientos, una voz amiga lo interrumpió. Era su amigo, su compañero de batallas, quien con mucho cuidado lo tomó y con ayuda de otros lo pusieron en una camilla mientras le decía: Tiene que verte el Capitán, se va a alegrar mucho cuando te vea, además, se va a encargar de correr con todos los gastos de tu curación. Seguro que hasta te da una medalla. El soldado no podía creer lo que el amigo le decía e insistía en contar que había perdido la batalla. Pero no le quedó más opción que aceptar ver al Capitán. Al día siguiente, recibió la visita esperada en el hospital. El Capitán al verlo, corrió, lo abrazó con fuerza pero con cuidado de no lastimarlo, pasando por alto los rigores de la disciplina militar. - Es usted un gran héroe, querido amigo. Voy a proponerlo para la medalla al mérito militar. Usted ha defendido su posición con uñas y dientes. Ahora ganó el enemigo, pero no se preocupe que la victoria final es nuestra. Olvídese de sus heridas. Sanarán. Siento mucho lo de su brazo…. Le pondremos uno ortopédico. No podrá volver al mismo puesto pero estará en la retaguardia conmigo, dirigiendo las escaramuzas. Si no hubiera luchado, entonces sería un desertor, pero luchó hasta el final.El soldado apenas podía decir palabra. La emoción no se lo permitía. Al igual que el soldado, de la historia de MaitéParga, podemos estar en medio de una gran batalla y por más que damos todo lo mejor de nosotros, la artillería del enemigo nos puede haber herido gravemente y pensamos que es mejor dejarnos morir, que es una vergüenza cómo hemos fallado y que nuestro esfuerzo no ha valido la pena. Pero ahí, cuando sentimos que ya nada tiene sentido, cuando estamos heridos, decepcionados de nosotros mismos, viene Dios a encargarse nuestras heridas, a recordarnos que es una batalla más pero que la victoria final la tenemos asegurada. Lo importante es que luchemos, que peleemos la batalla y que si estamos heridos, corramos a los brazos del único que puede sanarnos. Que nuestras fallas no nos alejen de Dios, que el enemigo no use la vergüenza que sentimos o la decepción para dejarnos morir, sino que vayamos confiados ante nuestro Capitán y nos presentemos con nuestras heridas y la ropa hecha harapos, seguros de que nos está esperando con los brazos abiertos y con el mismo amor de siempre. Dios nunca dejará a uno de sus hijos herido, a Él le interesa cómo peleamos, cuánto nos esforzamos, no los resultados de una batalla. Lo que le interesa es que lleguemos hasta el final de la guerra firmes. “Pelea la buena batalla por la fe verdadera. Aférrate a la vida eterna a la que Dios te llamó y que confesaste tan bien delante de muchos testigos” 1 Timoteo 6:12 (NTV) No seas un desertor, Dios te ama sin importar cuántas batallas ganaste o perdiste, Él siempre estará contigo para fortalecerte, animarte, sanarte y mostrarte que no es el final, aún hay mucho más para ti; la victoria final es un hecho, sólo debes creer. Ana María Frege Issa CVCLAVOZ

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