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Efesios 5:26 La
Biblia de las Américas (LBLA)
Cristo y la iglesia, un modelo para el hogar
22 Las mujeres estén sometidas a sus propios maridos como al Señor.23 Porque
el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo El mismo el Salvador
del cuerpo. 24 Pero
así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo. 25 Maridos, amad a
vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella, 26 para santificarla,
habiéndola purificado por
el lavamiento del agua con
la palabra, 27 a
fin de presentársela a sí mismo, una[k] iglesia en toda su
gloria[l], sin que tenga
mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada. 28 Así también deben
amar los maridos a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su
mujer, a sí mismo se ama.29 Porque nadie
aborreció jamás su propio cuerpo[m], sino que lo
sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia; 30 porque somos miembros
de su cuerpo[n]. 31 Por esto el hombre dejara a su padre y a su madre, y se
unira a su mujer, y los dos seran una sola carne.32 Grande
es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia. 33 En todo caso, cada
uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete[o] a su marido.
UN ENCUENTRO CON LA PALABRA
REFLEXION
El Clamor de un
Corazón Vacío
Publicado por: Devocionales en Devocional Diario 0
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CORAZÓN: “LAS COSAS QUE HAY EN ESTE MUNDO, COMO… LOS
DESEOS DE LOS OJOS…” (1 Juan 2:16)
Una escritora
cristiana narra lo siguiente: Érase una vez una adolescente, con muchos amigos
y muy buena en sus estudios… Pero las apariencias engañan. Lo sé, porque yo era
esa joven.
Cuando tenía 7 años, un vecino abusó de mí y a los 8, vi a mi abuelo colapsar a causa de un derrame cerebral. A los 10 años, mi padre se fue de casa y nunca más volvió. Mis padres se divorciaron y mi mundo era cada año peor. Pedí a Jesús que entrara en mi corazón, pero seguía sintiéndome culpable, sucia, decepcionada, asustada, indigna y vacía.
Cuando tenía 7 años, un vecino abusó de mí y a los 8, vi a mi abuelo colapsar a causa de un derrame cerebral. A los 10 años, mi padre se fue de casa y nunca más volvió. Mis padres se divorciaron y mi mundo era cada año peor. Pedí a Jesús que entrara en mi corazón, pero seguía sintiéndome culpable, sucia, decepcionada, asustada, indigna y vacía.
Le dije a Dios:
“Señor, si tú no arreglas mi vida, lo haré yo misma”. Trataba de complacer a
los demás con mis triunfos, pero en mi interior había dolor y un gran vacío.
Sucumbí a la tentación y me acosté con otra persona que andaba falta de amor.
Nosotros éramos dos seres en busca de sentirnos completos, pero tratábamos de
encontrar la solución en los lugares equivocados.
Dentro de mí había
semillas de culpabilidad, vergüenza y repugnancia. Tras varios años intentado
llenar ese vacío me di cuenta de Jesús había estado en mi corazón desde el día
en que se lo pedí, y que sólo Él podía llenarme completamente. Ahora soy más
mayor, aunque no perfecta, pero he aprendido que nada en este mundo puede
satisfacer los deseos del corazón.
Si la apariencia
externa, la ropa o las amistades fueran la solución, mi corazón no se habría
resentido. Ninguna de esas cosas hace lo que Jesús hace. No te dejes embaucar
por las promesas del mundo; cree las promesas de Dios. Eres su hijo, te ama y
quiere tener una relación contigo, sin importar lo que hayas hecho hasta ahora.
Un compositor de
himnos escribió: “Nada puede satisfacer, sólo Cristo; no hay para mí otro
Nombre. En Ti, Señor Jesús, encuentro amor, vida y gozo interminable”.
UN ENCUENTRO CON LA PALABRA
REFLEXION
Corre Forrest, corre.
“Por tanto, nosotros
también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos
de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera
que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la
fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el
oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que
sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo
no se canse hasta desmayar.” Hebreos 12: 1-3.
¿Quién no recuerda al
tierno personaje interpretado por Tom Hanks?, quien pese a tener un leve
retraso mental y motriz, tenía una asombrosa capacidad para correr muy rápido
lo cual sirvió para abrirle muchas puertas en la vida.
La carrera de la vida
no es fácil y la palabra carrera quizás exprese de manera exacta el modo de
vida actual de muchas familias. Todo se hace a las apuradas, hay cada vez menos
tiempo para compartir y encima la tecnología parece contribuir al aislamiento.
Es muy común hoy en día ver a cada miembro de la familia concentrado en su
teléfono más que en la conversación o interacción con los demás.
Para correr mejor y
más libres, debemos despojarnos de todo el peso que significa el pecado, esto
se refiere a todo lo que sabemos que nos separa de Dios. La paga del pecado es
muerte y cuando desobedecemos la voluntad de Dios todo esto se transforma en un
peso que llevamos en nuestra propia vida.
También son una
carga, las heridas no sanadas, la falta de perdón, la amargura del corazón, los
enojos, pero también todo lo que tiene que ver con el pasado. Así como no se
puede correr de manera eficiente si uno está permanentemente mirando para
atrás, tampoco se puede ganar una carrera cuando llevamos una carga tan pesada.
El pasaje citado nos
dice donde debe estar nuestra mirada: “puestos los ojos en Jesús” en su
victoria en la cruz para no decaer ni desmayar. Esto mismo me recuerda a Pedro
caminando sobre el agua pero solo podía hacerlo mientras su mirada se mantenía
en Jesús, cuando puso su atención en el viento y lo embravecido del mar,
automáticamente comenzó a hundirse.
Por eso y ante tantas
presiones, la Palabra nos dice que la vida es una carrera para ser corrida con
paciencia. Cuando pienso en esto, recuerdo a los maratonistas que comienzan la
carrera despreocupados por los que van delante o por quienes pretenden
pasarlos. Íntimamente saben que la carrera es larga y no es de los más rápidos
la victoria, sino de aquellos que resisten o espiritualmente hablando, de los
que permanecen.
Y hablando de
permanecer la Biblia nos dice: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que
permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí
nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y
se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en
mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será
hecho. Juan 15:5-7
¿Qué significa
permanecer en nuestra vida cotidiana? Leer la Palabra de Dios, orar, servirle,
obedecerle, escuchar su voz y confiar en El, especialmente cuando las
circunstancias de la vida parecen ir en una dirección contraria a la deseada.
La manera de llegar a
la meta es permanecer ligado a Él, corriendo con paciencia y con la mirada
puesta en Jesús el autor y consumador de la fe. Si te sientes cansado,
desanimado, a punto de abandonar, levanta tu mirada a Jesús, permanece en Él,
no abandones, todavía Él quiere darte nuevas fuerzas para que pronto puedas
cruzar la meta como un verdadero vencedor en Cristo.
Daniel Zangaro
CVCLAVOZ
CVCLAVOZ
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