miércoles, 5 de febrero de 2014

EL LODO

2 Samuel 22 29 Porque tú eres mi lámpara, oh SEÑOR; el SEÑOR alumbra mis tinieblas. 30 Pues contigo aplastaré ejércitos, con mi Dios escalaré murallas. 31 En cuanto a Dios, su camino es perfecto; acrisolada es la palabra del SEÑOR; El es escudo a todos los que a El se acogen. 32 Pues ¿quién es Dios, fuera del SEÑOR? ¿Y quién es roca, sino sólo nuestro Dios? 33 Dios es mi fortaleza poderosa, y el que pone al íntegro en su camino. 34 El hace mis pies como de ciervas, y me afirma en mis alturas. 35 El adiestra mis manos para la batalla, y mis brazos para tensar el arco de bronce. 36 Tú me has dado también el escudo de tu salvación, y tu ayuda me engrandece. 37 Ensanchas mis pasos debajo de mí, y mis pies no han resbalado. 38 Perseguí a mis enemigos y los destruí, y no me volví hasta acabarlos. 39 Los he consumido y los he destrozado, y no pudieron levantarse; cayeron debajo de mis pies. 40 Pues tú me has ceñido con fuerza para la batalla; has subyugado debajo de mí a los que contra mí se levantaron. 41 También has hecho que mis enemigos me vuelvan las espaldas, y destruí a los que me odiaban. 42 Clamaron, mas no hubo quién los salvara; aun al SEÑOR clamaron, mas no les respondió. 43 Entonces los pulvericé, como polvo de la tierra, como lodo de las calles los trituré y los pisé. Salmos 40 40 Al SEÑOR esperé pacientemente, y El se inclinó a mí y oyó mi clamor. 2 Me sacó del hoyo de la destrucción, del lodo cenagoso; asentó mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos. 3 Puso en mi boca un cántico nuevo, un canto de alabanza a nuestro Dios; muchos verán esto, y temerán, y confiarán en el SEÑOR. 4 Cuán bienaventurado es el hombre que ha puesto en el SEÑOR su confianza, y no se ha vuelto a los soberbios ni a los que caen en falsedad. 5 Muchas son, SEÑOR, Dios mío, las maravillas que tú has hecho, y muchos tus designios para con nosotros; nadie hay que se compare contigo; si los anunciara, y hablara de ellos, no podrían ser enumerados. 6 Sacrificio y ofrenda de cereal no has deseado; has abierto mis oídos; holocausto y ofrenda por el pecado no has requerido. 7 Entonces dije: He aquí, vengo; en el rollo del libro está escrito de mí; 8 me deleito en hacer tu voluntad, Dios mío; tu ley está dentro de mi corazón. 9 He proclamado buenas nuevas de justicia en la gran congregación; he aquí, no refrenaré mis labios, oh SEÑOR, tú lo sabes. 10 No he escondido tu justicia dentro de mi corazón; he proclamado tu fidelidad y tu salvación; no he ocultado a la gran congregación tu misericordia y tu verdad. 11 Tú, oh SEÑOR, no retengas tu compasión de mí; tu misericordia y tu verdad me guarden continuamente, 12 porque me rodean males sin número; mis iniquidades me han alcanzado, y no puedo ver; son más numerosas que los cabellos de mi cabeza, y el corazón me falla. 13 Ten a bien, oh SEÑOR, libertarme; apresúrate, SEÑOR, a socorrerme. 14 Sean avergonzados y humillados a una los que buscan mi vida para destruirla; sean vueltos atrás y cubiertos de ignominia los que se complacen en mi mal. 15 Queden atónitos a causa de su verguenza los que me dicen: ¡Ajá, ajá! 16 Regocíjense y alégrense en ti todos los que te buscan; que digan continuamente: ¡Engrandecido sea el SEÑOR! los que aman tu salvación. 17 Por cuanto yo estoy afligido y necesitado, el Señor me tiene en cuenta. Tú eres mi socorro y mi libertador; Dios mío, no te tardes. Isaias 57 15 Porque así dice el Alto y Sublime que vive para siempre, cuyo nombre es Santo: Habito en lo alto y santo, y también con el contrito y humilde de espíritu, para vivificar el espíritu de los humildes y para vivificar el corazón de los contritos. 16 Porque no contenderé para siempre, ni siempre estaré enojado, pues el espíritu desfallecería ante mí, y el aliento de los que yo he creado. 17 A causa de la iniquidad de su codicia, me enojé y lo herí; escondí mi rostro y me indigné, y él siguió desviándose por el camino de su corazón. 18 He visto sus caminos, pero lo sanaré; lo guiaré y le daré consuelo a él y a los que con él lloran, 19 poniendo alabanza en los labios. Paz, paz al que está lejos y al que está cerca --dice el SEÑOR--y yo lo sanaré. 20 Pero los impíos son como el mar agitado, que no puede estar quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. 21 No hay paz--dice mi Dios--para los impíos. Jeremias 38 38 Y oyeron Sefatías, hijo de Matán, Gedalías, hijo de Pasur, Jucal, hijo de Selemías, y Pasur, hijo de Malquías, las palabras que Jeremías hablaba a todo el pueblo, diciendo: 2 Así dice el SEÑOR: "El que se quede en esta ciudad morirá a espada, de hambre o de pestilencia, pero el que se pase a los caldeos, vivirá y tendrá su vida por botín y seguirá viviendo." 3 Así dice el SEÑOR: "Ciertamente esta ciudad será entregada en manos del ejército del rey de Babilonia, y él la tomará." 4 Entonces dijeron los oficiales al rey: Den muerte ahora a este hombre, porque él desanima a los hombres de guerra que quedan en esta ciudad y a todo el pueblo diciéndoles tales palabras; pues este hombre no busca el bien de este pueblo, sino el mal. 5 Y el rey Sedequías dijo: He aquí, él está en vuestras manos; pues el rey nada puede hacer contra vosotros. 6 Tomando ellos a Jeremías, lo echaron en la cisterna de Malaquías, hijo del rey, que había en el patio de la guardia, y bajaron a Jeremías con cuerdas. En la cisterna no había agua, sino lodo, y Jeremías se hundió en el lodo. 7 Al oír Ebed-melec el etíope, eunuco del palacio del rey, que habían echado a Jeremías en la cisterna, estando el rey sentado a la puerta de Benjamín, 8 salió Ebed-melec del palacio real y habló al rey, diciendo: 9 Oh rey, mi señor, estos hombres han obrado mal en todo lo que han hecho al profeta Jeremías echándolo en la cisterna; morirá donde está a causa del hambre, porque no hay más pan en la ciudad. 10 Entonces el rey ordenó al etíope Ebed-melec, diciendo: Toma bajo tu mando tres hombres de aquí, y saca al profeta Jeremías de la cisterna antes que muera. 11 Ebed-melec tomó a los hombres bajo su mando, entró en el palacio del rey al lugar debajo del cuarto del tesoro y tomó de allí ropas raídas y trapos viejos, y con sogas los bajó a Jeremías en la cisterna. 12 Y el etíope Ebed-melec dijo a Jeremías: Ponte ahora estas ropas raídas y trapos bajo tus brazos, debajo de las sogas; y así lo hizo Jeremías. 13 Tiraron de Jeremías con las sogas y lo subieron de la cisterna. Y quedó Jeremías en el patio de la guardia. Miqueas 7 7 Pero yo pondré mis ojos en el SEÑOR, esperaré en el Dios de mi salvación; mi Dios me oirá. 8 No te alegres de mí, enemiga mía. Aunque caiga, me levantaré, aunque more en tinieblas, el SEÑOR es mi luz. 9 La indignación del SEÑOR soportaré, porque he pecado contra El, hasta que defienda mi causa y establezca mi derecho. El me sacará a la luz, y yo veré su justicia. 10 Entonces mi enemiga lo verá, y se cubrirá de verguenza la que me decía: ¿Dónde está el SEÑOR tu Dios? Mis ojos la contemplarán; entonces será pisoteada como el lodo de las calles. 11 Viene el día para la edificación de tus muros; aquel día se extenderán tus límites. 12 Viene el día cuando ellos vendrán hasta ti desde Asiria y las ciudades de Egipto; desde Egipto hasta el río, de mar a mar y de monte a monte. 13 Y la tierra será desolada a causa de sus habitantes, por el fruto de sus obras. 14 Pastorea a tu pueblo con tu cayado, el rebaño de tu heredad, que mora solo en el bosque, en medio de un campo fértil. Que se apacienten en Basán y Galaad como en los días de antaño. 15 Como en los días de tu salida de la tierra de Egipto, te mostraré milagros. 16 Verán las naciones y se avergonzarán de todo su poderío; se pondrán la mano sobre la boca, sus oídos se ensordecerán. 17 Lamerán el polvo como la serpiente, como los reptiles de la tierra. Saldrán temblando de sus fortalezas, al SEÑOR nuestro Dios vendrán amedrentados, y temerán delante de ti. 18 ¿Qué Dios hay como tú, que perdona la iniquidad y pasa por alto la rebeldía del remanente de su heredad? No persistirá en su ira para siempre, porque se complace en la misericordia. 19 Volverá a compadecerse de nosotros, hollará nuestras iniquidades. Sí, arrojarás a las profundidades del mar todos sus pecados. 20 Otorgarás a Jacob la verdad y a Abraham la misericordia, las cuales juraste a nuestros padres desde los días de antaño.

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