lunes, 17 de marzo de 2014

CRISTO, GARANTIA DE LA RESURRECION

1 Corintios 15 Cristo, garantía de la resurrección 20 Mas ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicias de los que durmieron. 21 Porque ya que la muerte entró por un hombre, también por un hombre vino la resurrección de los muertos. 22 Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. 23 Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo en su venida; 24 entonces vendrá el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, después que haya abolido todo dominio y toda autoridad y poder. 25 Pues El debe reinar hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. 26 Y el último enemigo que será abolido es la muerte. 27 Porque EL HA PUESTO TODO EN SUJECION BAJO SUS PIES. Pero cuando dice que todas las cosas le están sujetas, es evidente que se exceptúa a aquel que ha sometido a El todas las cosas. 28 Y cuando todo haya sido sometido a El, entonces también el Hijo mismo se sujetará a aquel que sujetó a El todas las cosas, para que Dios sea todo en todos. 29 De no ser así, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos? Si de ninguna manera los muertos resucitan, ¿por qué, entonces, se bautizan por ellos? 30 Y también, ¿por qué estamos en peligro a toda hora? 31 Os aseguro, hermanos, por la satisfacción que siento por vosotros en Cristo Jesús nuestro Señor, que cada día estoy en peligro de muerte. 32 Si por motivos humanos luché contra fieras en Efeso, ¿de qué me aprovecha? Si los muertos no resucitan, COMAMOS Y BEBAMOS, QUE MAÑANA MORIREMOS. 33 No os dejéis engañar: Las malas compañías corrompen las buenas costumbres. 34 Sed sobrios, como conviene, y dejad de pecar; porque algunos no tienen conocimiento de Dios. Para verguenza vuestra lo digo. Un Encuentro Con la Palabra Reflexiones Cristianas - ¿Cuál es mi carga? En su libro alegórico «El peregrino», John Bunyan describe cómo el hombre cargado con el gravoso peso de sus pecados es liberado de ellos. Esta liberación ocurre en la cruz del Calvario, cuando por la fe contempla a Jesús, quien murió por él y lo salvó completamente. Tal ha sido la experiencia de muchas personas en el transcurso de los siglos. Experimentaron que el Señor Jesús los liberó de la culpabilidad de sus faltas. Nosotros, los que ya somos creyentes, a menudo sentimos también una carga. Ya no es el peso de nuestros pecados, sino el de nuestras preocupaciones. Nuestro Dios “misericordioso y clemente” (Salmo 103:8) cargó totalmente con nosotros; sin embargo nos cuesta separarnos de nuestras inquietudes entregándolas a Dios. También estamos cargados cuando no conseguimos olvidar las heridas o los daños que nos han hecho… o los que hemos hecho. ¡Es tiempo de liberarnos de esas cargas, confiándolas a Dios en oración! Debemos reconocer ante él los problemas que perjudican nuestras relaciones, perdonar y olvidar. Hay cargas que debemos echar por la borda: celos, susceptibilidad, inquietud; pero también hay otras que debemos ayudar a llevar: las penas y las cargas de nuestros allegados, hermanos y hermanas en la fe. Aún hoy Jesús nos dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Echa sobre el Señor tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo. - Salmo 55:22. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. - Gálatas 6:2.

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