facebook un encuentro con la palabra
Salmos 26:7 La Biblia de las Américas (LBLA)
Oración del íntegro
Salmo de David.
26 Hazme justicia[a], oh Señor, porque yo en mi integridad he
andado,
y en el Señor he confiado sin titubear[b].
2 Examíname, oh Señor, y pruébame;
escudriña[c] mi mente[d] y mi corazón.
3 Porque delante de mis ojos está tu misericordia,
y en tu verdad[e] he andado.
4 Con los falsos[f] no me he sentado,
ni con los hipócritas[g] iré.
5 Aborrezco la reunión de los malhechores,
y no me sentaré con los impíos.
6 Lavaré en inocencia mis manos[h],
y andaré en torno a tu altar, oh Señor,
7 proclamando con voz de acción de gracias
y contando todas tus maravillas[i].
y en el Señor he confiado sin titubear[b].
2 Examíname, oh Señor, y pruébame;
escudriña[c] mi mente[d] y mi corazón.
3 Porque delante de mis ojos está tu misericordia,
y en tu verdad[e] he andado.
4 Con los falsos[f] no me he sentado,
ni con los hipócritas[g] iré.
5 Aborrezco la reunión de los malhechores,
y no me sentaré con los impíos.
6 Lavaré en inocencia mis manos[h],
y andaré en torno a tu altar, oh Señor,
7 proclamando con voz de acción de gracias
y contando todas tus maravillas[i].
8 Oh Señor,
yo amo la habitación de tu casa,
y el lugar donde habita tu gloria[j].
9 No juntes mi alma con pecadores,
ni mi vida con hombres sanguinarios,
10 en cuyas manos hay ardides inicuos,
y cuya diestra está llena de sobornos.
11 Mas yo en mi integridad andaré;
redímeme, y ten piedad de mí.
12 Sobre tierra firme[k] está mi pie;
en las congregaciones bendeciré al Señor.
y el lugar donde habita tu gloria[j].
9 No juntes mi alma con pecadores,
ni mi vida con hombres sanguinarios,
10 en cuyas manos hay ardides inicuos,
y cuya diestra está llena de sobornos.
11 Mas yo en mi integridad andaré;
redímeme, y ten piedad de mí.
12 Sobre tierra firme[k] está mi pie;
en las congregaciones bendeciré al Señor.
REFLEXION
Obstáculos
Para Que Nuestras Oraciones Sean Contestadas
Publicado por: Devocionales en Oracion 2 Comentarios
Publicado por: Devocionales en Oracion 2 Comentarios
«ME INVOCARÁ
Y YO LE RESPONDERÉ…» (Salmo 91:15)
Cuando un club nocturno abrió en la calle principal, una iglesia que estaba situada a sólo unos noventa metros de distancia organizó una vigilia de oración de veinticuatro horas en la que pidieron a Dios que quemara al club. Dentro de una semana, un rayo cayó encima y lo abrasó totalmente. El dueño presentó una demanda a la iglesia, la cuál negó tener responsabilidad alguna. Después de escuchar los argumentos de ambos partes, el juez dijo: «Quienquiera que sea el culpable, parece que el dueño del club cree en la oración, mientras la iglesia no lo hace».
Cuando un club nocturno abrió en la calle principal, una iglesia que estaba situada a sólo unos noventa metros de distancia organizó una vigilia de oración de veinticuatro horas en la que pidieron a Dios que quemara al club. Dentro de una semana, un rayo cayó encima y lo abrasó totalmente. El dueño presentó una demanda a la iglesia, la cuál negó tener responsabilidad alguna. Después de escuchar los argumentos de ambos partes, el juez dijo: «Quienquiera que sea el culpable, parece que el dueño del club cree en la oración, mientras la iglesia no lo hace».
1) El primer
obstáculo para que nuestras oraciones sean contestadas es no orar.
Suena muy simple, pero las oraciones no son contestadas si no hablamos con el Señor. Decir que creemos en la oración no es lo mismo que orar. Santiago escribió: «…no recibís, porque pedís mal…» (Santiago 4:3). Debemos tomarnos tiempo para decir a Dios lo que deseamos y necesitamos. Algunas veces, damos vueltas a ciertas situaciones en la mente, o hablamos de ellas con nuestros amigos, o las deseamos, o las esperamos, pero no oramos. Pensar, hablar con otros, desear o esperar no es lo mismo que orar. ¡Solamente orar es orar! Cuando tenemos una necesidad o hay una situación que nos preocupa, sólo oramos si hablamos con Dios acerca de ello.
Suena muy simple, pero las oraciones no son contestadas si no hablamos con el Señor. Decir que creemos en la oración no es lo mismo que orar. Santiago escribió: «…no recibís, porque pedís mal…» (Santiago 4:3). Debemos tomarnos tiempo para decir a Dios lo que deseamos y necesitamos. Algunas veces, damos vueltas a ciertas situaciones en la mente, o hablamos de ellas con nuestros amigos, o las deseamos, o las esperamos, pero no oramos. Pensar, hablar con otros, desear o esperar no es lo mismo que orar. ¡Solamente orar es orar! Cuando tenemos una necesidad o hay una situación que nos preocupa, sólo oramos si hablamos con Dios acerca de ello.
El Señor está
esperando a que pidamos cosas en oración, y nunca se cansa de que acudamos a
Él, porque es capaz, está deseando y dispuesto a actuar a nuestro favor, pero
tenemos que hacerlo. Jesús dijo: «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis;
llamad, y se os abrirá. Porque todo aquél que pide, recibe; y el que busca,
halla; y al que llama, se le abrirá» (Mateo 7:7-8).
«ACERQUÉMONOS, PUES, CONFIADAMENTE AL TRONO DE LA GRACIA…» (Hebreos 4:16)
«ACERQUÉMONOS, PUES, CONFIADAMENTE AL TRONO DE LA GRACIA…» (Hebreos 4:16)
2) El segundo
obstáculo para que nuestras oraciones sean respondidas es la falta de
confianza.
Cuando comprendamos que como hijos de Dios redimidos tenemos el derecho de acercarnos a Él en cualquier momento, podremos superar los intentos del enemigo de hacer que nos sintamos culpables. Como consecuencia, cobramos confianza para comunicarnos con Él y ya no nos decimos: «Sé que el Señor lo puede hacer, pero me cuesta creer que lo hará por mí». Pensamos tales cosas porque tenemos en mente que no somos dignos de recibir algo de Él. Sin embargo, Jesús hizo que lo fuéramos. Cuando nos dirigimos a Dios, podemos contar con que Él es compasivo con nosotros: «Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Hebreos 4:16). La palabra «…gracia…» significa que el Señor nos dará lo que no nos merecemos si estamos lo suficientemente confiados para pedírselo, porque lo hacemos en el Nombre de Jesús, no en el nuestro. Estamos presentando al Padre todo lo que Jesús representa, no todo lo que somos nosotros, ya que no somos nada sin Él. Dios está dispuesto a hacer más de lo que podríamos pedir o entender (lee Efesios 3:20). Así que, necesitamos practicar nuestra fe y beneficiarnos de todo lo que Él puede hacer si se lo pedimos confiadamente.
Cuando comprendamos que como hijos de Dios redimidos tenemos el derecho de acercarnos a Él en cualquier momento, podremos superar los intentos del enemigo de hacer que nos sintamos culpables. Como consecuencia, cobramos confianza para comunicarnos con Él y ya no nos decimos: «Sé que el Señor lo puede hacer, pero me cuesta creer que lo hará por mí». Pensamos tales cosas porque tenemos en mente que no somos dignos de recibir algo de Él. Sin embargo, Jesús hizo que lo fuéramos. Cuando nos dirigimos a Dios, podemos contar con que Él es compasivo con nosotros: «Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Hebreos 4:16). La palabra «…gracia…» significa que el Señor nos dará lo que no nos merecemos si estamos lo suficientemente confiados para pedírselo, porque lo hacemos en el Nombre de Jesús, no en el nuestro. Estamos presentando al Padre todo lo que Jesús representa, no todo lo que somos nosotros, ya que no somos nada sin Él. Dios está dispuesto a hacer más de lo que podríamos pedir o entender (lee Efesios 3:20). Así que, necesitamos practicar nuestra fe y beneficiarnos de todo lo que Él puede hacer si se lo pedimos confiadamente.
Helen Poole
escribió: «Mi hija de cuatro años siempre oraba antes de que se fuese a dormir.
Una noche, oraba y oraba. Su voz sonaba cada vez más baja hasta que sólo sus
labios se movieron, y después dijo: «Amén». Le comenté: «Cariño, no he oído
ninguna palabra de lo que has dicho», a lo que ella me contestó: «No te estaba
hablando a ti, mamita». Cuando comprendes que tienes el privilegio de hablar
con el Señor y que Él escucha cada palabra tuya, entonces oras con toda
confianza.
«SI OBSERVO INIQUIDAD EN MI CORAZÓN, EL SEÑOR NO ME ESCUCHARÁ» (Salmo 66:18 Versión La Biblia de las Américas)
oraciones-respondidas-Dios-Biblia-3
Barreras Contra La Oración Respondida
«SI OBSERVO INIQUIDAD EN MI CORAZÓN, EL SEÑOR NO ME ESCUCHARÁ» (Salmo 66:18 Versión La Biblia de las Américas)
oraciones-respondidas-Dios-Biblia-3
Barreras Contra La Oración Respondida
3) El tercer
obstáculo para que nuestras oraciones sean contestadas es el pecado.
Lillian Pearsall dijo: «Cuando era telefonista, un cliente habló más de lo debido durante una llamada de larga distancia desde un teléfono público. Incluso con mis amables sugerencias se negó a echar más monedas. Y no sólo eso, muy enfadado y ofensivo, colgó de golpe. Unos segundos más tarde, y ya algo más tranquilo, me llamó de nuevo: «Señorita, por favor, déjeme salir de la cabina telefónica; pagaré lo que sea, solamente, ¡déjeme salir!». Al parecer se había encerrado y equivocadamente pensaba que yo controlaba las puertas de la cabina telefónica. Sin ningún problema pagó el recargo, y después de oír mi consejo le dio una patada fuerte a la puerta y pudo salir».
Lillian Pearsall dijo: «Cuando era telefonista, un cliente habló más de lo debido durante una llamada de larga distancia desde un teléfono público. Incluso con mis amables sugerencias se negó a echar más monedas. Y no sólo eso, muy enfadado y ofensivo, colgó de golpe. Unos segundos más tarde, y ya algo más tranquilo, me llamó de nuevo: «Señorita, por favor, déjeme salir de la cabina telefónica; pagaré lo que sea, solamente, ¡déjeme salir!». Al parecer se había encerrado y equivocadamente pensaba que yo controlaba las puertas de la cabina telefónica. Sin ningún problema pagó el recargo, y después de oír mi consejo le dio una patada fuerte a la puerta y pudo salir».
El pecado no
confesado nos encierra y nos deja apartados de Dios. Si tenemos pecados
escondidos en nuestro corazón, no podemos orar teniendo la seguridad de que el
Señor nos contestará. Sin embargo, si le pedimos que revele nuestro pecado, lo
hará. Cuando esto ocurra, debemos ocuparnos de ello si queremos mantener las
«líneas de comunicación» abiertas. Si Dios nos recuerda de una situación en la
cuál no hicimos lo correcto, no podemos «barrerlo» y esconderlo «debajo de la
alfombra»; tenemos que reconocerlo y recibir su perdón.
Lo que llamamos «pequeñas cosas» se convierte
en hábitos pecaminosos y normas de por vida… Por lo tanto, cuando el Señor
revela nuestros pecados, es preciso que nos arrepintamos y que terminemos con
lo que hemos estado haciendo mal, tomándonoslo muy en serio y actuando
inmediatamente. Esto significa que hagamos todo lo que esté dentro de nuestro
poder para asegurarnos que fluya nuestra relación con Él. De este modo,
nuestras oraciones serán oídas y contestadas.
REFLEXION
Peregrinos y
extranjeros
Cuando
Teodoro Roosevelt era presidente en los Estados Unidos, fue a una cacería en
África. En el viaje de regreso estuvo con él un misionero que se retiraba tras
cuarenta años de servicio en un remoto poblado de la selva.
Cuando el barco arribó a puerto, una gran multitud estaba allí para vitorear al presidente, pero no había nadie esperando al misionero. Por un momento el siervo de Dios se vio embargado en un sentimiento de alta compasión, pensando: “Cuando un presidente de una nación llega a la patria después de una corta cacería, cientos de personas acuden a saludarle. Pero, Señor; cuando uno de tus misioneros vuelve al hogar después de toda una vida de servicio nadie viene a recibirlo”. De inmediato sintió como si el Señor le susurrara al oído:
Cuando el barco arribó a puerto, una gran multitud estaba allí para vitorear al presidente, pero no había nadie esperando al misionero. Por un momento el siervo de Dios se vio embargado en un sentimiento de alta compasión, pensando: “Cuando un presidente de una nación llega a la patria después de una corta cacería, cientos de personas acuden a saludarle. Pero, Señor; cuando uno de tus misioneros vuelve al hogar después de toda una vida de servicio nadie viene a recibirlo”. De inmediato sintió como si el Señor le susurrara al oído:
- Pero ¡hijo mío!, todavía no estás llegando
al hogar, te faltan aún algunos años. En muchas ocasiones hemos podido sentir
lo mismo que el misionero de la historia; damos lo mejor de nosotros, buscamos
servir a Dios, guardar sus mandamientos, vivir correctamente y sin embargo
pareciera que no vamos a ningún lado, que nadie reconoce nuestro esfuerzo y
que, por el contrario, aquellos que no hacen mucho o que, posiblemente no
proceden correctamente, son los que reciben el reconocimiento y parecen avanzar
a pasos agigantados.
Sin embargo, nunca debemos olvidar que no pertenecemos a este mundo, que esta vida es sólo un breve espacio de tiempo comparado con la eternidad; cuando demos el último suspiro aquí habremos llegado a nuestro hogar.
Sin embargo, nunca debemos olvidar que no pertenecemos a este mundo, que esta vida es sólo un breve espacio de tiempo comparado con la eternidad; cuando demos el último suspiro aquí habremos llegado a nuestro hogar.
“Señor,
recuérdame lo breve que será mi tiempo sobre la tierra. Recuérdame que mis días
están contados, ¡y cuán fugaz es mi vida! La vida que me has dado no es más
larga que el ancho de mi mano. Toda mi vida es apenas un instante para ti;
cuando mucho, cada uno de nosotros es apenas un suspiro” Salmos 39: 4, 5 NTV
No te
desanimes ni retrocedas cuando no veas reconocimientos, la alabanza o elogios
de las personas ya que no tienen ningún valor frente a lo que será llegar a
nuestra morada celestial porque en esta tierra todos somos peregrinos y
extranjeros.
“Así que no
miramos las dificultades que ahora vemos; en cambio, fijamos nuestra vista en
cosas que no pueden verse. Pues las cosas que ahora podemos ver pronto se
habrán ido, pero las cosas que no podemos ver permanecerán para siempre”. 2
Corintios 4:18 (NTV)
¡Vive para la eternidad!
¡Vive para la eternidad!
Ana María
Frege Issa
CVCLAVOZ
CVCLAVOZ
No hay comentarios:
Publicar un comentario