sábado, 7 de diciembre de 2013

EL RECOMENDAR

2Co.3.1. ¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de recomendación de vosotros? 2Co.3.2. Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; 2Co.3.3. siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón. 2Co.3.4. Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; 2Co.3.5. no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, 2Co.3.6. el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica. 2Co.3.7. Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual había de perecer, 2Co.3.8. ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu? 2Co.3.9. Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación. 2Co.3.10. Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más eminente. 2Co.3.11. Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece. 2Co.4.2. Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios. 2Co.4.3. Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; 2Co.4.4. en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. 2Co.4.5. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús. 2Co.4.6. Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. 2Co.4.7. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, 2Co.4.8. que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; 2Co.4.9. perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; 2Co.4.10. llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. 2Co.5.12. No nos recomendamos, pues, otra vez a vosotros, sino os damos ocasión de gloriaros por nosotros, para que tengáis con qué responder a los que se glorían en las apariencias y no en el corazón. 2Co.5.13. Porque si estamos locos, es para Dios; y si somos cuerdos, es para vosotros. 2Co.5.14. Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; 2Co.5.15. y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. 2Co.5.16. De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. 2Co.5.17. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. 2Co.5.18. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; 2Co.5.19. que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. 2Co.5.20. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. 2Co.5.21. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. 2Co.6.3. No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea vituperado; 2Co.6.4. antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; 2Co.6.5. en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; 2Co.6.6. en pureza, en ciencia, en longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero, 2Co.6.7. en palabra de verdad, en poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a siniestra; 2Co.6.8. por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, pero veraces; 2Co.6.9. como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; 2Co.6.10. como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario