lunes, 30 de diciembre de 2013

LO COMUN

Ecl.6.1. Hay un mal que he visto debajo del cielo, y muy común entre los hombres: Ecl.6.2. El del hombre a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; pero Dios no le da facultad de disfrutar de ello, sino que lo disfrutan los extraños. Esto es vanidad, y mal doloroso. Ecl.6.3. Aunque el hombre engendrare cien hijos, y viviere muchos años, y los días de su edad fueren numerosos; si su alma no se sació del bien, y también careció de sepultura, yo digo que un abortivo es mejor que él. Ecl.6.4. Porque éste en vano viene, y a las tinieblas va, y con tinieblas su nombre es cubierto. Ecl.6.5. Además, no ha visto el sol, ni lo ha conocido; más reposo tiene éste que aquél. Ecl.6.6. Porque si aquél viviere mil años dos veces, sin gustar del bien, ¿no van todos al mismo lugar? Ecl.6.7. Todo el trabajo del hombre es para su boca, y con todo eso su deseo no se sacia. Hec.2.34. Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Hec.2.35. Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Hec.2.36. Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo. Hec.2.37. Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Hec.2.38. Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Hec.2.39. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. Hec.2.40. Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. Hec.2.41. Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Hec.2.42. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Hec.2.43. Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Hec.2.44. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; Hec.2.45. y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Hec.2.46. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, Hec.2.47. alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos. Hec.10.9. Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, cerca de la hora sexta. Hec.10.10. Y tuvo gran hambre, y quiso comer; pero mientras le preparaban algo, le sobrevino un éxtasis; Hec.10.11. y vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra; Hec.10.12. en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. Hec.10.13. Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come. Hec.10.14. Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás. Hec.10.15. Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. Hec.10.16. Esto se hizo tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo. Hec.10.17. Y mientras Pedro estaba perplejo dentro de sí sobre lo que significaría la visión que había visto, he aquí los hombres que habían sido enviados por Cornelio, los cuales, preguntando por la casa de Simón, llegaron a la puerta. Hec.10.18. Y llamando, preguntaron si moraba allí un Simón que tenía por sobrenombre Pedro. Hec.10.19. Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: He aquí, tres hombres te buscan. Hec.10.20. Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado. Hec.10.21. Entonces Pedro, descendiendo a donde estaban los hombres que fueron enviados por Cornelio, les dijo: He aquí, yo soy el que buscáis; ¿cuál es la causa por la que habéis venido? Hec.10.22. Ellos dijeron: Cornelio el centurión, varón justo y temeroso de Dios, y que tiene buen testimonio en toda la nación de los judíos, ha recibido instrucciones de un santo ángel, de hacerte venir a su casa para oír tus palabras. Hec.10.23. Entonces, haciéndoles entrar, los hospedó. Y al día siguiente, levantándose, se fue con ellos; y le acompañaron algunos de los hermanos de Jope. Hec.10.24. Al otro día entraron en Cesarea. Y Cornelio los estaba esperando, habiendo convocado a sus parientes y amigos más íntimos. Hec.10.25. Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus pies, adoró. Hec.10.26. Mas Pedro le levantó, diciendo: Levántate, pues yo mismo también soy hombre. Hec.10.27. Y hablando con él, entró, y halló a muchos que se habían reunido. Hec.10.28. Y les dijo: Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo; Hec.10.29. por lo cual, al ser llamado, vine sin replicar. Así que pregunto: ¿Por qué causa me habéis hecho venir? Hec.10.30. Entonces Cornelio dijo: hace cuatro días que a esta hora yo estaba en ayunas; y a la hora novena, mientras oraba en mi casa, vi que se puso delante de mí un varón con vestido resplandeciente, Hec.10.31. y dijo: Cornelio, tu oración ha sido oída, y tus limosnas han sido recordadas delante de Dios. Hec.10.32. Envía, pues, a Jope, y haz venir a Simón el que tiene por sobrenombre Pedro, el cual mora en casa de Simón, un curtidor, junto al mar; y cuando llegue, él te hablará. Hec.10.33. Así que luego envié por ti; y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado. Hec.10.34. Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, Hec.10.35. sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia. Hec.11.5. Estaba yo en la ciudad de Jope orando, y vi en éxtasis una visión; algo semejante a un gran lienzo que descendía, que por las cuatro puntas era bajado del cielo y venía hasta mí. Hec.11.6. Cuando fijé en él los ojos, consideré y vi cuadrúpedos terrestres, y fieras, y reptiles, y aves del cielo. Hec.11.7. Y oí una voz que me decía: Levántate, Pedro, mata y come. Hec.11.8. Y dije: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda entró jamás en mi boca. Hec.11.9. Entonces la voz me respondió del cielo por segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común.

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