lunes, 30 de diciembre de 2013

NUESTRA CIUDADANIA

Hec.22.6. Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo; Hec.22.7. y caí al suelo, y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Hec.22.8. Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues. Hec.22.9. Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo. Hec.22.10. Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate, y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas. Hec.22.11. Y como yo no veía a causa de la gloria de la luz, llevado de la mano por los que estaban conmigo, llegué a Damasco. Hec.22.12. Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban, Hec.22.13. vino a mí, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo miré. Hec.22.14. Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca. Hec.22.15. Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído. Hec.22.16. Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre. Hec.22.17. Y me aconteció, vuelto a Jerusalén, que orando en el templo me sobrevino un éxtasis. Hec.22.18. Y le vi que me decía: Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí. Hec.22.19. Yo dije: Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti; Hec.22.20. y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban. Hec.22.21. Pero me dijo: Ve, porque yo te enviaré lejos a los gentiles. Hec.22.22. Y le oyeron hasta esta palabra; entonces alzaron la voz, diciendo: Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva. Hec.22.23. Y como ellos gritaban y arrojaban sus ropas y lanzaban polvo al aire, Hec.22.24. mandó el tribuno que le metiesen en la fortaleza, y ordenó que fuese examinado con azotes, para saber por qué causa clamaban así contra él. Hec.22.25. Pero cuando le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado? Hec.22.26. Cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al tribuno, diciendo: ¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es ciudadano romano. Hec.22.27. Vino el tribuno y le dijo: Dime, ¿eres tú ciudadano romano? Él dijo: Sí. Hec.22.28. Respondió el tribuno: Yo con una gran suma adquirí esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento. Hec.22.29. Así que, luego se apartaron de él los que le iban a dar tormento; y aun el tribuno, al saber que era ciudadano romano, también tuvo temor por haberle atado. Efe.2.4. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, Efe.2.5. aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), Efe.2.6. y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, Efe.2.7. para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Efe.2.8. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; Efe.2.9. no por obras, para que nadie se gloríe. Efe.2.10. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. Efe.2.11. Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. Efe.2.12. En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Efe.2.13. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Efe.2.14. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, Efe.2.15. aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, Efe.2.16. y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Efe.2.17. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; Efe.2.18. porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Efe.2.19. Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, Efe.2.20. edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, Efe.2.21. en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; Efe.2.22. en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu. Fil.3.4. Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: Fil.3.5. circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; Fil.3.6. en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Fil.3.7. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Fil.3.8. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, Fil.3.9. y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; Fil.3.10. a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, Fil.3.11. si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. Fil.3.12. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Fil.3.13. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, Fil.3.14. prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Fil.3.15. Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios. Fil.3.16. Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa. Fil.3.17. Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. Fil.3.18. Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; Fil.3.19. el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal. Fil.3.20. Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; Fil.3.21. el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas. Fil.4.1. Así que, hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor, amados.

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